Fragmento: Cumbia y Mapalé
- ANDRÉS MEDRANO
- 23 feb 2020
- 2 Min. de lectura

Cómo si se tratase de un pasaje bíblico o de alguna historia ancestral, hombre y mujer danzaron en un círculo eterno, cual luna llena en el cielo abierto al son del tambor y la gaita, a las tinieblas velas y al amor galantería, el blanco en grandes salones dispuso su vestuario y pretensión hacía las damas de su comarca, mientras el negro como alma libre en la tierra, vibrando con el sonido del cuero, danzaba cómo queriendo imitar al viento, al principio todo era uno y uno era todo, el mapalé y la cumbia, culturas y raíces, cómo la misma historia, naciendo de la mezcla del tiempo, en una tierra que era de todos y que no era de nadie, entonando cánticos cual oración colectiva, mojada por el impetuoso magdalena y las cálidas aguas del caribe.
Aquí llegaron, el negro y el blanco, el esclavo y el español, a encontrarse con el indígena y a crear un mestizaje que es la riqueza propia de nuestra tierra, así se forjo la mezcla de unos con otros, de espíritu, de cuerpo y de corazón, dónde al sonar el tambor, el millo o la gaita, rinde homenaje a la creación y la vida, volvemos al pasado bailando con pasos firmes en el suelo, volvemos al presente cargados del ADN de nuestra existencia, así pues, el mapalé y su energía se enamoró de la cumbia y su elegancia, vigilantes uno al otro, adornados con flores y sombreros, cómo unidos eternamente por el universo en este rincón del planeta, su ritmo viene y va como las olas en la ribera, ritmos eternos de libertad y nobleza, patrimonio infinito de alegría e identidad, así suena la tierra, el río, la montaña, el campo, el llano, la costa y el desierto, así suena el Atlántico, así suena Colombia.
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